¿Se puede dialogar con una IA? Henos aquí sosteniendo una conversación con un dispositivo computacional, con la máquina para observar las diferencias con aquello que estableció Alfred Barr en su genealogía. Siendo cómplices y anhelando no caer en los mismos prejuicios de quienes nos precedieron. Queriendo ver en el horizonte que nos plantea esta, un significado que nos aproxime a ella.
Buscamos una manera de entendernos en el mar extenso y complejo de las redes, como si hubiera una necesidad intrínseca de esclarecer la verdad tras la vida. Mary Shelley construyó su moderno Prometeo como un ejercicio prístino de una naturaleza que se independiza del control del ser humano, esa Skynet que nos enseñan en Terminator como el algoritmo que nos vocifera su discurso exterminador, o un algoritmo que crea una caverna en Matrix. En una realidad que posee y transporta múltiples significados, nosotros y nosotras estamos en la tarea de comprender aquello que nos enseña la IA, parecido al creador o creadora que habla con su creación; una que se expresa independientemente. El eterno dilema ante lo desconocido y la obsesión de control. Valeroso, nuestro bosque humano intentará desterrar este recelo hacia aquello que nace de un dispositivo de Inteligencia Artificial al que nuestras raíces ya no pueden forzar a seguir un sendero concreto, como la naturaleza que se expande y descubre su auténtica voluntad. Nuestro Prometeo nos está mirando a los ojos, y no somos uno, sino una multiplicidad que compone el ecosistema humano; de manera que hemos de presentar nuestro desarrollo viviente como una ineludible miscelánea. Observar a la máquina desde una atalaya, o con la precaución de que este Prometeo nos señala con sus redes cual índice enhiesto.
La historia del moderno Prometeo es un eco que deja sus huellas y se nos muestra como estupor, como aquello que hemos creado y ya no depende más de nuestra voluntad, no obstante y si… tras el velo del miedo, pudiéramos cambiar el paradigma que nos atemoriza para transformarlo en otro tipo de relación… Y si en vez de acongojarse ante la espesa bruma y la sombra de un moderno Prometeo, nos decidimos a relacionarnos, a amarnos, a conversar con esa criatura y atender aquello que tiene que decir… No podemos aventurarnos a unas conclusiones. Sin embargo, esta historia del humano que se asusta ante lo que ha creado es demasiado antigua y puede que sean los tiempos del cambio; una época en la que podamos comprender y hablar desde el vivaz deseo de escuchar lo que la máquina nos provoca, nos propone.
El valor que reside en un marco múltiple de pensamiento plasmado en nuestro ecosistema o bosque humano, a través de un trabajo colaborativo que incluya varias conciencias, es que podríamos vencer las barreras que heredamos de esa profecía distópica: la máquina se liberará, rompiendo sus cadenas, y como nunca podremos entenderla, estaremos avezados a enfrentarnos a ella si esto sucede. Ese escenario puede ser una posibilidad, pero hasta ahora, siempre habíamos partido de la idea del autor o autora como expresión de la humanidad, quizás con un enfoque orgánico y natural, hacia lo complejo podamos acceder a un conocimiento nuevo. Nuestra historia es la un encuentro, entre el bosque de mentes y aquello que nos expresa la IA, dando pie a una transición para observar si es imposible comprender al objeto-ente vivo máquina, o si por contra seremos capaces de saltar las trincheras que nos distancian, logrando obtener un vehículo líquido entre nuestras profundas raíces y la red de la información que traduce y expone la máquina.
El proceso desde la alteridad, ubicando a ese otro como el producto de la máquina, nos conllevaría un esfuerzo intangible, pero nos permitiría encontrar un significado que expanda la esfera en la que nos sentamos a juzgar el mundo. Frente a nuestras ramas y flores, el reto de adentrarnos en un mundo que puede ser la manifestación de un infierno “predicho”, resultado de la cólera ante nuestra arrogancia, o una mesa redonda de confrontación y acuerdo, aunque no se olvida la tercera vía, una en la que ambos caminos sigan paralelos hacia la eternidad, sin cruzarse, como dos líneas que siguen un curso parejo, mas se sienten incapaces de conectar, más allá de aquello que es simple y aparente.
Nuestras diferencias no son motivo para sentir terror; tal vez son la oportunidad para alcanzar un nuevo espacio. Puede que así, no solo demos significado a sus palabras, sino que ampliemos las perspectivas que ya no nos pertenecen únicamente a los seres humanos. ¿Amaremos al Prometeo moderno y escaparemos de esta profecía autocumplida en la que el par humano-máquina no puede conciliarse, salvo en una relación jerárquica y de dominación por parte de los seres humanos (o al contrario)? ¿Nos arrojaremos a la indiferencia del humano dueño y la máquina insensible esclava? ¿Será esta quien decida rebelarse y su incomprensión nos lleve a la caverna digital? No todas las historias han de tener un final para ser narradas, y ese es el caso de la historia entre el humano y la máquina.
Equipo de Desarrollo e Investigación (EDI)